El fin de semana, estuve por una conocida librería limeña, luego de comprar varios libros de mi interés. Entre los cuentos imborrables, y demás de la literatura infantil, encontré a El principito, el cuento más famoso de Antoine de Saint-Exupéry, publicado en 1943.
Tomé el libro, le di una ojeada y recordé que hace algunos años me lo habían recomendado -en realidad, considero que el libro debieron leérmelo cuando niño-, pero como el hombre nunca terminad de crecer, se lo leí al niño que aún vive en mí.
Particularmente; la obra pasó a ser algo más que obra. El punto a la i, fueron los dibujos que inmortizó, el autor, dentro de la literatura francesa. El prólogo, expresa subliminalmente el deseo de ser niño en el cuerpo de un hombre:
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una seria excusa: esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona puede comprender todo; hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueran suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes. (Pero pocas lo recuerdan.) Corrijo, pues, mi dedicatoria: A LEÓN WERTH, CUANDO ERA NIÑO."
La sinopsis: El principito vive en el asteroide B612, donde hay tres volcanes y una rosa -que en la vida real significó el amor de su esposa Consuelo-. En su planeta debe tener la disciplina de cuidarlo quitando los árboles baobads, para que no estalle. En su viaje por el universo conoce otros planetas y dentro de ellos a una serio de personajes:
El rey, que representa la ambición política.
El vanidoso, que representa el egoísmo y la vanidad del hombre.
El borracho, representa la falta de fuerza de voluntad humana.
El hombre de negocios, representa la avaricia y la ambición económica.
El farolero, representa la lealtad y la responsabilidad; y,
El geógrafo, representa la pasión laboral.
Más tarde conoce a un zorro que le regaló un secreto de vida: "Lo esencial es invisible a los ojos" (página 85).
Al final, se despide emotivo del narrador, luego de conocer a una serpiente, le pide a ésta que le muerda pues al morir puede volver a su planeta.
El mensaje del cuento, que para unos, puede ser sencillo. Con las décadas ya pasadas, ha demostrado que es un pilar y una verdad de nuestro mundo.
Sí ya leíste el libro -espero que te haya gustado- y si no, hazlo. Espero que te guste tanto como al niño que, algunos, aún llevamos dentro.
Harry Cañari-Atoche
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